Cemento

Luz, poste, luz, poste, bólido, ráfaga de luz, poste, señuelo de luz, bólido, poste. Y así kilómetros de cemento y luces. Se ha puesto de moda el gris y el verde se utiliza como parche.

He llegado a pensar que tanto asfalto asfixia el alma, que tantos conciertos de mofles agotados sepultan ideas y que la inmensidad es el aislamiento extrapolado.

¿Cómo no preferir el gris si los horarios, traslados y ritmo de vida nos conducen a eso?: vivimos en oficinas, coches y salimos cuando no hay luz para volver cuando una cama nos espera, sin luz.

La ciudad es un reflejo de sus habitantes. Si pudiéramos traducir la proporción de calles, pavimento y casas en una gráfica circular, seguro acapararían el 95% del total. No hay parques suficientes, árboles, no hay verde.

El verde que sobresale es ese chillante que parpadea cuando tienes derecho a seguir tu camino.

Este monstruo de cemento deshumaniza. Todo es para él y nada para nosotros. ¿No se supone que nosotros lo creamos? Adivinaron, somos las pulgas de un Frankenstein.

No habitamos en un lugar pensado para humanos, sino para máquinas.

¿Calidad de vida? ¿De qué sirve poder comer en un buen restaurante el fin de semana si de lunes a viernes vendes tu alma a un salario? ¿Y dónde queda el tiempo para vivir? ¿En qué momento el Estado se tomó tan en serio eso del Génesis de trabajar la tierra?

No entiendo esta lógica. ¿Trabajar más para vivir menos? ¿No habíamos superado ya eso del hombre-máquina? ¿Para qué tanta tecnología si no se traduce en el beneficio de la mayoría?

¿Por qué cuando escribo esto sé que por lo menos hay más de ochenta millones de personas en este país que jamás podrán leerme porque no tienen Internet? (y quizá 30 millones de esos ni siquiera tienen un pan en su estómago)

¿Qué demonios es la urbanización y el siglo XXI? Que alguien me explique.