SEIS LIBROS

Tomé seis libros al azar: dos me cautivaron, uno me atravesó la espina dorsal y paralizó cuanta actividad neuronal había programada para los próximos setenta años. El fin.

Quien escribe no soy yo, ¿o lo soy? ¿entonces, no fue un libro tan genial? ¿quise burlarme de la vida? ¿es en realidad lo magnífico del libro: la ironía de no poseer nada y no esperar más, el engaño de la genialidad, la pretensión de la superación de los deleites, el espasmo que no me deja respirar, el seguir aquí y tener tres libros más por abrir?

La vida nos cachetea con calcetines de nada.

Buenas noches,

A mí, la influenza no me mata, me droga.

Hoy me sorbí una buena porción en el metro, ¡salud!

BASURILLAS

Odio el viento que te bombardea los ojos con basurillas.
En realidad, sólo odio a las basurillas.
Son molestas, irritan los ojos.
Por si fuera poco, se envuelven de lagañas, y se bañan de lágrimas.
No les basta con invadir la superficie córnea, corren en ella, se deslizan.
Son ingobernables, como este país y muchos otros.
¡He descubierto el hilo negro!
Somos basurillas.

PRESAGIO


No recuerdo si es o no el título de la película que vi ayer. Tal vez sea Premonición. No lo sé, soy mala para recordar los títulos de las películas. Sale Nicolas Cage, eso sí lo puedo afirmar.


Si alguien tiene interés por ver efectos especiales trágicos y apocalípticos, no se la puede perder.


Lo que más me gustó, y lo que aplaudo, fue el casting. La niña Lucinda, es espantosa, perfecta. La expresión de depresión de Cage (porque no recuerdo su nombre en la película) es muy realista. Creo que cualquiera que ha pasado por eso, se identifica con la mirada perdida, los sentidos dispersos, y la desgana absoluta.


Si quieren reconstruir el accidente de Mouriño, tienen que verla. Un avión se estrellará a unos metros, verán gente quemándose, el estruendo del impacto, etc.


Y bueno, el final es sugestivo. Cada quien interpretará el sentido dependiendo de sus creencias...
P.D. La imagen la busqué al final de la nota, y sí, el título estaba bien...

LA DEPENDENCIA

Esta semana he dormido poco. En unas horas ajustaré cuentas con mi cama. Tendrá que soportarme todo lo que no lo hizo esta semana.

Las vacaciones fueron una oda al ocio, lo peor es que ni siquiera fue un ocio edificante, de ese que te deja un buen sabor de boca. No. Simplemente reposé mis carnes, ejercité el abdomen con jugosas cantidades de risa, y me limité a escuchar las historias de familiares que hace cinco años no veía. Me llevé muchas sorpresas: la prole se ha reproducido exponencialmente. 

Ahora mismo estoy en la oficina haciendo unos mapas mentales para una ponencia que hará mi jefe en Seattle el fin de semana. En la tarde comeré con Tania, que hace casi un año que no veo, y en la noche veré a mi amado, a quien extraño en grado sumo. 

ELEFANTES ROSAS


Quizá todos hemos utilizado el término elefante rosa para decir que algo no cuadra con la realidad, que alguien vive en los sueños, o cosas semejantes.
Tendremos que replantearnos el uso de tal término, pues sí existe el dichoso elefantito.

Hace unos días salió por ahí esta nota del elefante rosa, al parecer es albino. A mí me parece color camote y no rosa, no sé qué opinen.
¡Qué porquerías! Si seguimos así, al rato muchas de mis frases se invalidarán. Malditas mutaciones genéticas. ¡Carajo!


EL TRÁFICO


Mi novio pasó más de cinco horas en el Periférico ayer. La distancia no amerita tal tiempo: de la Unam al principado de Satélite (así es como gusta llamarlo).

A veces me pregunto por qué odia tanto la ciudad. Y creo que cada vez lo entiendo más.

Algo sucede con la gente cuando pasa demasiadas horas al día al volante.
Comprobar ortografía
Sospecho que te desilusiona escuchar tu música favorita. El aire acondicionado ya no es brisa en medio de la cocción asfáltica. El paisaje se vuelva aún más ruin de lo habitual. Los grafitis, ya no son grafitis, son letras que te persiguen, o monstruos que se burlan de tu cárcel hecha de paredes de automóviles.

Mis condolencias para todos aquellos que sufren los estragos del tráfico. Yo no me puedo quejar, vivo a 5 minutos de todo lo que necesito, a excepción de la casa de mi amado...


**Foto patrocinada por JM desde el Periférico (otro día de tráfico y no ayer). ¡Bendito Iphone! Ahora uno puede evidenciar el entorno del otro en segundos.

MAGDALENA

Magdalena jugaba con sus cabellos. Le gustaba imaginar que en ellos sostenía al mundo, que sus dedos eran quienes esparcían los aromas más extraños por las montañas, y sus danzas: esos minuciosos y delicados vaivenes dactilares, le devolvían la música a los oídos sordos.

Un día, después de muchos de no haber jugado con ellos, intentó que la Luna la obedeciera otra vez, le pidió que adornara la Tierra. Fue en balde. Ni siquiera contestó.

No comprendía a dónde habían ido sus hilos de dominación. Sólo recordaba una palabra que jamás había escuchado, la había visto en un letrero, a la entrada de la sala donde se encontraba: oncología. Sonaba a algo interesante, pero prefirió nunca preguntar qué era. En realidad no fue una decisión, era tan poca la energía que le quedaba para vivir, que olvidó que había olvidado preguntar.

Pasaron los meses, y Júpiter, volvió a jugar con la Tierra. La Luna, le perlaba la frente con sus polvos. Y sus cabellos rubios, sedosos, más frágiles pero contundentes, seguían siendo la extensión del titiritero: una Magdalena de 9 años de edad.