Hoy

Su ufana vida: postigo para el mundo.
Luego, llegó Él. Los cristales dejaron de ser grises, y el mundo ya tenía, por fin, un reflejo fiel.
El tiempo, escaso como suele ser, ahogaba, los ahogaba, la ahogaba.
Y ella, sigue custodiando la ventana; para que todo, incluso, "eso", no turbe el interior.

La cancha de squash

Y de pronto, uno se da cuenta de que lo más inesperado es lo factible; que lo menos probable, es lo real, y de que lo inverosímil, es, al final, lo que hay.
Uno desgaja ilusiones, y ellas se encargan de encarnarse.
Viene la melancolía, luego la aceptación de una perra realidad desesperanzadora, pero ardiente y redentora, si así se desea.
A veces, dan ganas de extirparse las emociones, para que no entorpezcan el camino, pero, entonces, ¿dónde está la vida? Y vuelve el monólogo en el que ella es la pared de una cancha de squash. El eco brincotea por el techo, luego se arrastra en el suelo como limando los pedazos inconclusos de sentimientos a medio morir, y al final, se ahoga, y no resulta en nada, sólo en el enfermizo juego de evitar la confrontación y la desnudez de las ideas...

EL DEBER DEL CIUDADANO

Hace días que no vengo por aquí. La vida me ha dado gratas sorpresas, dedicaré una entrada a ello.

Por ahora, les dejo una reflexión de Manuel Gómez Morín. Independientemente de la línea de este señor, hoy leí un compendio de fragmentos (de él) que hacían alusión a distintos temas, (fue durante una espera, de esas que uno no desea, pero se dan). Volvió a mí ese afán de lucha, de ideales adormilados por la usura del poder que nos maneja. Se los regalo:

El deber del ciudadano:

Oficio complejo y no exento de molestias y de riesgos profesionales, entre los que no es ciertamente el mayor el de tropezar con los pistoleros físicos o intelectuales del régimen. Oficio que toma tiempo, que arranca del hogar y del trabajo, que merma ocasión de otras más placenteras o aparentemente más altas tareas. Informarse de las necesidades y de los problemas comunes, juzgar de proposiciones, ofertas y programas; participar en deliberaciones, alzar justas protestas, extender o soportar proselitismo, tolerar y saber que hay que hacerse tolerar, tomar la carga de decisiones difíciles y de trascendencia. Y también cuidar del padrón, hacer cola en las casillas, pelear contra los ladrones de ánforas y de votos; ser candidato, hacer campañas, defenderse en colegios electorales inicuos, ser munícipe contra el gobernador que se roba los ingresos del Ayuntamiento y abre veinte cantinas por cada escuela, ser diputado durante tres años y machacar, desdeñando provocaciones, desnudando mistificaciones y falsedades, contra un muro que ni siquiera es de incomprensión o de genuina discrepancia intelectual, sino de sumisión infrahumana.
Ese es el oficio que debemos aprender y practicar, porque en él, sólo en él, se cumple el deber ciudadano. Como todo oficio, no siempre parece tarea levantada. Se oculta su dignidad a quien olvida cantero que con los ojos puestos en su trozo de piedra, está labrando la Catedral, o el batidor de lodo y paja que construyó "con adobe mexicano" el prodigio de gracia de nuestros templos.


Informe de la Convención Nacional, México, D.F., 25 de febrero de 1949. En Diez años de México, p.p. 265 y 266.