Silogismos arbitrarios

Encontré este archivo entre mis cosas. Es del 2009. ¡Qué cosas me hace recordar!

Dicen que los escritores son buenos amantes. Al menos, así es el mío: buen amante y escritor. Cuando me ama, escribe. Busca en mis ojos soluciones a tramas inconexas. En mi piel no hace más que plagiar Universos. Universos de otros, que desconozco, que él me revela. En sus labios encuentro finales improvisados.

Quizá es tan buen amante porque antes alguien le enseñó a amar, y me arrebató esa tierra virgen: novelas, cuentos, cantos, películas, no sé; pero a cambio de esa enseñanza, sin saberlo, quedó esclavo -un látigo lo hostiga: escribir... y no sólo eso, la crueldad de su esclavitud no tiene tiempo, no respeta el sueño y se detona con cuanta agitación lo llama, como lanza que provoca al esbirro- y por eso soy cauce, quizá no manantial, ni premisa, ni verbo, sólo instrumento de su pluma, instrumento viviente, contenedor de ideas, y creación suya, al fin.

Lo inquientante no es ser producto suyo, sino si ese amante es sólo mío, o si la humanidad contenida en él también soy yo.

No existe nada más enigmático que un roce o un susurro. Son electrochoques que recorren mis riachuelos nerviosos y me vuelven esclava, que nos vuelven esclavos: de la pluma, del apetito, otra vez.

Él tiene un nombre, pero al amarme, lo esconde. Quizá por modestia, vanidad, o simple pragmatismo. No firma sus caricias con jotas, ni los apapachos con eles. Podrían ser eñes, o us, o eses, qué más da. Cuando menos espero, ya ha arrasado con cuanto pensamiento podría hacer dudar de su intención. Quizá ese es el secreto de un amante escritor: imagina y crea mientras vive y ama, para luego grabarlo en un papel, y así, jactarse de cómo puede, de manera deliberada, sacudir al mundo entero con una noche anónima y al mismo tiempo, suya.

Todo esto para decir que los escritores son buenos amantes. Un silogismo -¿silogismo?- arbitrario. Quizá puede ser válido y verdadero si, sólo si, los escritores conjugan y vuelven tres a un solo verbo.

Y luego quedan cabos sueltos: a) si un hombre no miente mientras ama, no es hombre, es máquina; y b) nada de lo anterior se sustenta. Por lo tanto, nada podemos decir al respecto de la frase "los escritores son buenos amantes". En el mejor de los casos, se podría establecer como una premisa a comprobar de manera práctica y no teórica.

A eso de las diez

Cuando miro el reloj, aún en la oficina, a eso de las diez, me dan unas ganas tremendas de sacar los millones de guiones y diálogos que se han acumulado en mi cabeza, en un rincón cerca del oído izquierdo, que es el que peor capta el sonido de las palabras, los pasos y la música.

Si ese oído mío hubiese aprehendido todo en el sentido correcto, posiblemente las palabras que se han quedado atoradas en ese rincón serían otras. No serían guiones, sino telegramas, porque no habría mucho que escribir.

¡Condenado tímpano! Juega a ser cupido, escritor y conserje de mis pensamientos. ¿Tengo que ver yo con que el oído derecho se resista a ser su colega? Y de ahí, los mareos y el vértigo, y los males del corazón, también.