La cancha de squash

Y de pronto, uno se da cuenta de que lo más inesperado es lo factible; que lo menos probable, es lo real, y de que lo inverosímil, es, al final, lo que hay.
Uno desgaja ilusiones, y ellas se encargan de encarnarse.
Viene la melancolía, luego la aceptación de una perra realidad desesperanzadora, pero ardiente y redentora, si así se desea.
A veces, dan ganas de extirparse las emociones, para que no entorpezcan el camino, pero, entonces, ¿dónde está la vida? Y vuelve el monólogo en el que ella es la pared de una cancha de squash. El eco brincotea por el techo, luego se arrastra en el suelo como limando los pedazos inconclusos de sentimientos a medio morir, y al final, se ahoga, y no resulta en nada, sólo en el enfermizo juego de evitar la confrontación y la desnudez de las ideas...

1 comentario:

Carlos Gregorio dijo...

Dicho bien, esa desnudez.

Ahí está.