LA DEPENDENCIA

Esta semana he dormido poco. En unas horas ajustaré cuentas con mi cama. Tendrá que soportarme todo lo que no lo hizo esta semana.

Las vacaciones fueron una oda al ocio, lo peor es que ni siquiera fue un ocio edificante, de ese que te deja un buen sabor de boca. No. Simplemente reposé mis carnes, ejercité el abdomen con jugosas cantidades de risa, y me limité a escuchar las historias de familiares que hace cinco años no veía. Me llevé muchas sorpresas: la prole se ha reproducido exponencialmente. 

Ahora mismo estoy en la oficina haciendo unos mapas mentales para una ponencia que hará mi jefe en Seattle el fin de semana. En la tarde comeré con Tania, que hace casi un año que no veo, y en la noche veré a mi amado, a quien extraño en grado sumo. 

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